A tus ojos esculpidos por el asombro
a tu rostro anónimo, a tu risa
al leve encuentro una tarde de primavera
en la misma banca de siempre
donde he perdido los ojos y los labios.
Estaré esperando que vuelvas
como si así lo hubiésemos acordado
con la terca esperanza de verte
leyendo ese libro acunado en tus manos
donde ibas a pasear tus anhelos.
A la inédita luz de tus piernas
a la frágil fortaleza de tus brazos claros
a tu boca que todo lo habita
van dedicadas estas ingenuas palabras:
viento en tu recuerdo duplicado.
Porque la soledad de los números primos
desaparece cuando recuerdo
que un día cualquiera estuviste a mi lado.
2 comentarios:
Piérdete en una novela, como yo lo hice en la soledad de los números primos y tantas otras.
Gracias por el espacio y por tus ingenuas palabras.
Por ahora estoy suficientemente perdido en las oscuras aguas de mi tesis... aunque ya tengo en stand by una novela para este verano... El barón rampante, del gran Italo Calvino
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