Seis cantos de lo humano y lo divino

I

¿Y qué me importa
que se abra el pasado
como boca de lobo
y que la noche
se me venga
de pronto
erguida en el carbón
de su sombra
brote de tizna
encendida en la esquina
de su breve
asombro?

¿Y qué si desaparezco
de pronto
como todo lo que desaparece?

¿Y qué si me lleva el viento
a mí, el todopoderoso?

¡Yo permaneceré!

Por mañoso y terco
y aún más, por glorioso en mi negligencia
me ataré a los tobillos
de lo infinito

Porque mi patria es el futuro
viven en mí las edades
y oran a mí todos los pueblos…

II

¡Tú en tu evanescencia
eres el lucero de lo posible!

III

Dirán quizás que sólo alardeo
y se entallarán el cinturón de sus miedos
y volverán a la madriguera de sus costumbres…

Sin embargo
¡veo en ustedes agazapada la eternidad!

IV

Soy capaz de desandar el camino de su olvido

Al fondo de sus excusas
hay un rostro terrible de aterradora mirada
dando vida a la coreografía de sus labios…

V

¡Y yo sé que no son ustedes quienes hablan
porque ustedes y yo
o mejor dicho,
porque ni tú
ni yo, o sea
ninguno de
los anteriores…

VI

Discúlpenme los enredos
pero el tema es sencillo
el problema es que
nosotros no
no lo somos.

VII

¡El asunto es que no hay nosotros…
el asunto es que no hay asunto…
el asunto es que solo hay
un asunto y ese asunto
es el cuerpo, si, éste
que es ese, y aquél
y todos los cuerpos
y ninguno a la vez!