
Y fue entonces que me encontré con la palabra,
con toda su belleza manifestándose en el aire,
con todos sus alientos intentando un universo
y un puñado de jerigonzas que más tarde entendería.
Me dediqué con esmero a trabajar con ellas
como si fueran barro húmedo o piedra volcánica.
Latía en su corazón la voz del mundo entero
y el silencio de tantas noches caminadas sin sentido.
Fui descifrando detrás de cada muerte una verdad,
una sentencia silábica de significantes y significados
que poco tenían que ver con la realidad pese a ser
lo único que hasta ahora puedo atesorar como propio.
Me entregué a la tarea de nombrar todas las cosas
procurando no repetir los nombres más de dos veces.
Descubrí que todo el aire no es suficiente para decir
unas cuantas verdades que para uso práctico llamé
INEFABLES. De ellas recuerdo el amor y el olvido,
la muerte y, con especial intriga, un tal Dios que aparecía
cada vez que los individuos, que colaboraron en este estudio,
no tenían una respuesta lógica. Según yo tenían miedo a callar.
Por ahora solo puedo decir que aun tengo por delante
un gran camino por recorrer. He escuchado de un misterio
que la gente suele llamar música y al cual prestaré más atención
ahora que ya no tengo nada que decir y mucho que escuchar.
1 comentario:
en eso estoy de acuerdo...yo estoy acostumbrada a escuchar, todo tipo de sonodos ...palabrea , musica, aplausos, confesiones, etc.......
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